domingo, noviembre 19, 2006

Esta tarde han echado en tele 5 una película con Jim Carrey, "Como Dios", se titulaba. La verdad es que, no me he sentado a verla, porque estaba haciendo otras cosas, pero bueno, ahí estaba y de vez en cuando sí que le he echado algún que otro vistazo. Jim Carrey hacía de un reportero con muy poca suerte que ve como todos los que están a su alrededor, aún con menos talento que él, van ascendiendo mientras él queda siempre relegado a las peores tareas. El argumento, lo reconozco, logró captar mi atención y, sobre todo, la suerte que a cada momento perseguía al pobre, casi tan mala como la mía( en estos temas). Al bueno de Jim, le escucha Dios y cansado de oir sus constantes quejas, lo llama al cielo y le atribuye sus poderes, lo convierte en Dios mismo durante una semana. El resto os lo podéis imaginar, incluso adiestra al perro(milagrosamente, se entiende), para ir al baño como cualquier humano, periódico en mano incluído. Yo, no querría ser Dios. Pero sí que aceptaría encantada una ayuda divina estilo llamada de teléfono, carta o cualquier otro medio que permitiese a otra persona decirme desde el otro lado: ¿Te interesaría trabajar en la radio, de reportera, en un periódico,etc?, no pagamos mucho pero...Sí, sí. ACEPTO!, sería mi respuesta. Tan solo imaginarlo acelera mis pulsaciones.

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El sábado me pasé por Hobby Zoo, una tienda de animales bastante bien surtida que me gusta visitar siempre que la tengo cerca. Además, Oli necesitaba pienso. Junto a mí, había un chico jugando con un perrito. Era un cachorro de labrador, lo llevaba en brazos con la cabeza apoyada en su hombro como si fuera un bebé mientras examinaba los juguetes para perros que estaban a la derecha junto a los abrigos, cepillos, mantas y demás artilugios que venden más para los dueños que para los bichitos. El muchacho, de verdad actuaba en todo momento como si lo que llevara entre sus brazos fuera un niño pequeño. Incluso al final en la caja, al ver entrar otro perro en el establecimento, giró el cuerpecito de su labrador y señalándole con el dedo al otro perro le dijo: ¡mira!. Aquello me maravilló. En alguna ocasión han salido en algún programa de televisión hombres que, o sus parejas iban a darles un ultimátum de que si no se olvidaban de sus mascotas las perdían a ellas, o bien no encontraban niguna mujer que quisiera convivir con ellos porque les daba asco sus animales. Hombre, todo lo que roza un límite pueda llegar a ser enfermizo, pero a mí me encantaría encontrar a alguien así. El muchacho éste de la tienda de animales, era aparentemente muy normal, y bien parecido: alto, moreno, ojos marrones, de unos treinta y pocos años. . Probablemente no le vuelva a ver, o quizás ni siquiera le reconozca si le veo sin el perrito. Lástima, me quedé con las ganas de preguntarle: Oye, ¿tienes novia?

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