sábado, marzo 10, 2007

El fútbol: una excusa para ser feliz

"El fútbol es, ni más ni menos, que una excusa para ser feliz". Lo leí en una carta al director de un diario local y me dí cuenta de que casaba con la justificación que, en alguna ocasión, le dí a la existencia del fútbol. Y es que, el fútbol puede producir división, puede dar lugar a enfrentamientos y a odios(sólo en casos extremos de gente no muy cuerda), pero también une. Y une de una forma tan enigmática y poderosa como separa a las aficiones. Resulta, más que curioso divertido, observar a cientos, miles de personas que, sin conocerse de nada, sin haberse ni siquiera visto en otra ocasión, se lanzan en efusivosabrazos hacia el que tienen a su lado, a su espalda, delante suya y, su pena(si es que hay lugar para ésta) es no poder alcanzar en su entusiasmada muestra de afecto al que está más arriba en el palco cuando su equipo marca un gol. Estas sensaciones se multiplican por diez cuando ese gol significa el triunfo frente al eterno rival en los temidos derbis, o más aún si supone "traer para casa" una ansiada copa o título que engrandezca todavía más la historia del equipo para, un día poder contar orgulloso a tus nietos, o que tu nieto( que el pobre aún no se entera de nada) pueda contar a su hijo que estuvísteis ahí, que en el minuto x, tal futbolista, el mejor que ha tenido el fútbol español e imposible de igualar jamás, marcó el gol de la victoria, y en ese momento tu corazón latía como un toro bravo recién salido a la plaza.
En los últimos años, los dos equipos principales de mi ciudad, han saboreado las mieles del éxito. Han gozado ambos de más de un motivo para echarse a la calle y festejar, dando rienda suelta a este sin fin de sentimientos contenidos que acabo de relatar. Cuando no ha habido motivos de fiesta, los aficionados se los han creado: una protesta, una manifestación de unidad, de apoyo. De un modo u otro y, aunque las razones sean en unos casos más gratas que en otros, las excusas nunca han faltado. Por momentos ni siquiera ha llegado a importar de qué equipo seas. A lo largo de mi vida, gran parte de mis amigos han sido y son(sigue la racha) del equipo contrario. Ambos nos felicitamos por los logros del otro(algunas veces no es así). Respecto de los que no lo hacen, haciendo acoplo de la prudencia y, tratando de aplacar con ésta mi posible ira pasional, me aislo temporalmente de la conversación, comprendo que ese asunto no va conmigo y los dejo disfrutar del momento mientras pienso que, una de dos: o ya llegará mi momento, o ahora les toca a ellos(mezclando consuelo con resignación)y a mí ya me tocó. Comprendo que la prudencia tampoco puede llegar al extremo que alcanzo yo, sobre todo, a las personas que somos sumamente pasionales, el trago se nos hace un pelín amargo.
Sea como fuere y, aunque desconozco cuáles son los colores del escudo de ese señor, de lo que no me cabe ninguna duda es de que los dos somos abonados del mismo equipo, y esta vez no hablo del fútbol, sino de un equipo que es realmente un ganador: el de los que no hacen sino buscar excusas para ser felices. Porque en el fútbol como en todo en la vida, también podemos aplicar la teoría del Yin y el Yang: "En todo lo bueno hay algo malo, pero es que en todo lo malo, hay algo bueno".