Detalles que te cambian la vida
17:40 horas.
Un rato de relax en un bar de Sevilla. Estoy con dos compañeras, las dos se llaman María. No hay apenas gente, tan sólo un señor en la barra devorando a toda prisa un bocadillo, según dijo al camarero al que parecía conocer bien, tenía que apurarse para entregar un pedido. Dos muchachos en una mesa junto a la nuestra se sientan a comer. En el patio del bar sí hay un gran bullicio. No sé por qué no salimos nosotras también al patio. Lo pensamos, pero tal y como llegamos colocamos los bártulos sobre una de las mesas cercanas a la barra y ahí nos quedamos. No importa, el ambiente es agradable.
Yo me pido un zumo de piña. Aún me queda el pesado recuerdo del plato de pasta que hace unas horas he tenido que tragar aún más deprisa que el señor de la barra su bocadillo, no me atrevo a forzar mi delicada digestión con algo sólido todavía. Mi amiga se pide un batido y una palmera de chocolate. Incrédula le pregunto:
-Pero María, tú ¿no eras alérgica al chocolate?.
María me responde decidida: -Sí, lo era y lo soy.
-¿Y? - le sigo preguntando a medida que mi incredulidad va en aumento -Entonces, ¿cómo te vas a comer una palmera de chocolate?.
Ella con total naturalidad me contesta: - Pero Pablo la quiere, y si él me pide chocolate tendré que dárselo aunque yo mañana tenga la cara hinchada y llena de granos.
Pablo es el niño que lleva en su vientre. Está embarazada de cinco meses.Hace tan solo unos días los médicos le han confirmado que es un varón, ella ya lo sabía desde el primer momento. En sus planes entraba tener dos niñas y, además, gemelas. Lógicamente éstas no son cosas que se puedan planificar así porque sí.
Pablo es un poco el niño de todos. Recuerdo cuando le conocimos por medio de una fotografía con tan solo un mes de gestación. Es increíble, pensaba que solo se verían unas manchas indescifrables pero no, se distinguía perfectamente la silueta del pequeño. Cuando yo nací no había esas cosas, en parte me alegro, no quiero imaginarme a mi madre desempolvando fotografías mías del interior de una caja de cartón vieja y enseñándole mi etapa fetal a las vecinas.
Hablamos. Hablamos de cómo Pablo se despierta cada día a las 9:05 de la mañana. Hablamos de cómo es la primera vez que María se come una palmera de chocolate y lo hace siendo alérgica al chocolate.Hablamos de cómo su madre se queja de que, lo que no ha conseguido ella en 28 años (ver a su hija comerse un guiso de patatas con chocos), lo había conseguido el niño en tres meses. Hablamos de cómo su compañero de trabajo se acordó "hasta de la madre que la parió" porque durante un viaje en pleno Madrid se le antojaron palomitas. Hablamos de cómo su tocólogo está ¡de infarto!, tanto que a una casi le entran ganas de quedarse embarazada. Dije "casi".
Hablamos de cómo, cada vez que el pequeño dá una patada, ella le dá otra al padre porque según dícen los médicos: el embarazo es para compartir. Hablamos de su jefe, del viaje que tiene preparado en pandilla hacia Madrid y de dónde meterse con 22 personas en una ciudad a rebosar en un día de celebración.Reímos.
De fondo suena Antonio Carmona con su "No pierdas la esperanza". Cómo me gusta. El flamenco no lo soporto, pero este aire tímidamente aflamencado que le dan los Carmona a sus canciones y su letra de lo más acertada, hacen que escuchar música sea un verdadero placer. Miro el reloj, aún es temprano.
Seguimos hablando, esta vez de Jose, su marido. Es un chico extraordinario. Llevan 14 años juntos: 12 años de novios y 2 de casados. Hoy en día, esto tiene mucho mérito.
La observo, entran unas compañeras con las que María se lleva fatal. Nos saludan, le preguntan sorprendida si está embarazada. Ella, asiente con la cabeza y parece querer contestarles: -No si te parece esta barriga es de comer aceitunas.La felicitan y se abrazan. Mi otra compañera y yo nos miramos, no podemos creer lo que estamos viendo. Como si hubiesen sido uña y carne toda la vida. Esperamos a que estas chicas se vayan y María nos díce: - ¡Qué le voy a hacer, éste Pablo que quiere que yo me lleve bien con todo el mundo!. Sigo observándola. Definitivamente,me digo,María ha cambiado.
Salimos del bar. El sol aprieta como él solo sabe hacerlo en Sevilla.Las calles están prácticamente desiertas. Me fijo en la diferencia de temperaturas de dentro del bar a ahora en la calle, es notoria. Ahora hablamos de fútbol y de la gente y de otras muchas cosas. En el tema del fútbol, a mí me toca la peor parte, como casi siempre.
Hoy no ocurre nada especial, pero es la típica tarde que no te importaría que durase eternamente.