Anoche tuve un sueño muy bonito. De esos sueños que te reconfortan y al despertarte hacen que te sientas espectacular. Un sueño que provoca que tu mente, durante todo el día, se abandone en el intento de seguir soñando aunque sea despierta. La verdad es que me merecía un descanso así, llevaba varios días durmiendo poco más de cuatro horas, la noche anterior ni siquiera eso: me acosté una hora. Y, por experiencia os advierto que, para eso, mejor no acostarse. Al menos a mí me sienta peor dormir una hora que permanecer 24 despierta. Al despertar tan repentinamente, se te queda un mal cuerpo. Yo lo sabía, pero es que la tentación de meterme en la cama aunque fuera por unos minutos era demasiado grande.
Sin dilatarlo más, paso a relataros mi sueño: La verdad es que poco hay que relatar porque, como sueño que es, el sentido común no era nuestra compañía. Tan sólo recuerdo unas escenas sueltas, como pasajes de una película en la que, de repente cortan y estás en otra escena sin saber cómo llegaste allí ni qué haces exactamente pero que, prestando atención a tu alrededor le vas encontrando su sentido. Por momentos viajaba en un gran barco, que no era ni mucho menos el Titanic. Se trataba de un barco humilde en el que no sabía por dónde ir ni qué hacía allí, pero no me importaba. Caminaba sin rumbo fijo pero como si incoscientemente supiera que no me iba a equivocar de camino o como si, realmente no me importase hacerlo. Luego aparecía caminando por un parque rodeada de arbustos con flores rojas. De nuevo,me parecía volver a pasear por el barco. Iba sola. Pero había una persona que siempre seguía mis pasos. En una ocasión me paró un señor y me estuvo haciendo preguntas. Yo le respondía como si se tratara de un juego, sin prestarle demasiada atención, como el que siembra más dudas con cada nueva respuesta. Estaba demasiado ocupada mirándole a él (no a éste señor, sino a la otra persona, a la que seguía mis pasos), también en esta ocasión estaba cerca, sentado a cierta distancia y yo no podía desviar mi atención para otro lado. En ningún momento hablamos, en ningún momento dejó de existir distancia entre nosotros ni intercambiamos largas miradas. Mi travesía era silenciosa, acompañada de una soledad sosegada y aquél humilde barco, me parecía un paraíso.
(...)
¡Lo que son los sueños!. Ni viajaba en el Titanic ni me acompañaba Leonardo Di Caprio. Me alegro, Leonardo no es un chico con el que yo soñaría. Que me perdonen sus fans. Desconozco qué significado puede tener ese sueño, probablemente ninguno. Sólo que estaba cansada y, a lo mejor, algunas de mis preocupaciones absurdamente disfrazadas, encontraron una vía de escape a través del letargo. ¡Pero qué sensación de bienestar al despertarme!. Lástima que solo fuera un sueño. Aunque, al fin y al cabo, qué diferencia existe entre los sueños y la realidad. Es tan dificil diferenciarlos, son ambos tan reales. Los dos comienzan del mismo modo y ambos terminan igual. En ocasiones, estando despierta, también suceden situaciones absurdas.
¿Quién nos grarantiza que no pueda ser la vida un sueño y los sueños sean en relidad la vida?. A lo mejor estoy soñando ahora mismo...
viernes, junio 15, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
¡Qué bonito post, Teresa! Me ha encantado.
Un beso.
Esos sueños son como vacaciones de la mente, cuando te despiertas te sientes reconfortada y fortalecida...
Un beso! ;)
Publicar un comentario