viernes, agosto 03, 2007

En la mañana de ayer, acompañé a mi madre al mercado. Se trata de una vieja plaza de abastos en la que ya apenas quedan puestos abiertos. La verdad es que es un poco desolador pasear por allí, sobre todo para las personas que, desde antaño acostumbran a comprar en ese sitio. Personas como mi madre que, recuerda cómo cuando era pequeña iba allí con mi abuela y cómo conoce al muchacho de aquél puesto de pescado desde que ambos eran niños. Y también para mí, que ya en el carrito empujado por alguna de estas dos mujeres las he acompañado multitud de veces, eso sí, reconozco que mi recuerdo no es tan vivo como el de ella. A pesar de esta desolación inicial, los comerciantes de los escasos quioscos que sobreviven, se esmeran en dotar de alegría y vida el desértico mercado que parece quedar relegada por muchos a mera antigualla sin validez en pleno siglo XXI. Cada vez que voy por allí, no puedo evitar sentirme transportada a otros tiempos, tiempos que ni conozco pero que mi mente se esfuerza por recrear. Mientras mi madre hace la compra, miro a mi alrededor e imagino escenas. Algo así como suele hacer Audrey Tattou en Ámelie. Pero no es eso lo que quería contar hoy. En las últimas semanas una chica joven, se a incorporado al mercado, en un pequeño puesto vende productos de artesanía de terra mater, comercio justo. Me encantan estas cosillas. Son verdaderas lindezas. Su precio puede resultar más o menos caro, pero más justo, sin duda, que muchos de los que acostumbramos a comprar simplemente por pertecener a la marca de una conocida empresa o famoso de reputada fama. No comprendo a la gente que adora adquirir una cazadora o unas deportivas de marca o cualquier otro producto singular sin importarle pagar precios descomunales. Menos aún comprendo a quienes son capaces de colocarles etiquetas falsas a algo comprado a bajo precio para hacer creer que es de más alta calidad. Yo, creo que en algunos aspectos y este es uno de ellos, voy a contario del resto. me gustan las cosas sencillas. No me atraen las joyas, ni las pieles, ni muchos de los regalos que casi toda mujer soñaría con que le regalase su pareja. Es más, me parecen más bonitos unos pendientes o un colgante de una tienda de "todo a cien" o semejantes. Considero más hermosa una sola flor bien decorada que un ramo entero de flores. Los chicos lo tienen fácil conmigo, eh?, salgo muy barata,jajaja. En serio, tengo que escribir en otro post de mi parecer respecto del trato que muchas mujeres dan a los hombres.
No puedo evitarlo, me molesta que se piense que todas las mujeres somos así. Me duele que haya féminas que sólo ansian presumir ante sus amigas del enorme anillo que les regaló su marido y que le pongan mala cara si la otra tiene una alhaja mayor. Yo no comparto eso de que las joyas y las pieles son los mejores amigos de una mujer.
Adoro la sencillez,yo soy así.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes mucha razón. Alguna vez he ido de compras con una amiga de mi madre y con su niño de unos 10 años... un día estábamos en una tienda de deporte y la madre le enseño unos pantalones. La contestación del niño fue que no los quería por que no tenían marca "conocida" :S (por supuesto la madre no se los compro!! xD)
Si vieses mi cara en esos momentos... me quede un poco sin saber que decir ni que opinar. Si con 10 años pide ropa con marca... con 20 no se que hará...
Con lo bien que se viste sin hacer publicidad, ehh?? jeje!! :)

Un besito!!

Anónimo dijo...

Ei! Terry, en eso también coincidimos! Yo también odio las marcas! Y también soy muy sencilla en el vestir y en los regalos que me gusta recibir!
En otro orden de cosas, el mercado de mi barrio tampoco es lo que era... la mayoría de paradas están cerrando y eso me dá pena. Aunque el año que viene empiezan a remodelarlo... a ver cómo lo dejan... sólo habrá un problema... tendremos que "soportar" las obras, que coincidirán con las del metro... así que "Aquí no hay quién viva"!
Un saludo,
Aigüeta