domingo, abril 12, 2009

La Semana Santa de ayer...

Semana Santa cuando yo era niña significaba reunión en casa de mi abuela el martes Santo y que mi madre, mi tía, mi prima, las vecinas de mi prima y a veces, según su horario, mi padre, compartiéramos la gigantesca fuente de torrijas que mi abuela preparaba casi exclusivamente con ese fin. Digo casi exclusivamente, porque mi abuela siempre que cocinaba preparaba cantidad suficiente como para que pudiera probarlo todas las personas del barrio. Y de hecho, con frecuencia, así lo hacían. No sólo las torrijas, cualquier guiso, puedo recordar cada vez que iba con ella a la tienda del barrio, la tienda de siempre, la de toda la vida, su vida, la vida de mi madre y, aunque en menos medida, también la mía. Allí era entrar cualquier vecina, la señora que limpia las casas, la chica que vende los cupones, la hija de ésta, la hermana, o no hacía falta que fuera nadie conocido pues se hacía conocida pronto, ella hablaba de que había tal cosa preparada comer ese día, y nunca fallaba en salir la consiguiente frase: " Si quieres, pásate y te llevas unas poquitas". No es por presumir de abuela, pero me enorgullezco afirmando, que de ella no hay duda: era una persona querida, mucho. Hoy, años después, la gente la recuerda y eso siempre me arranca una sonrisa. Después de las torrijas, siendo martes Santo, tocaba salir todos(menos ella que ya le costaba bajar y subir las larguísimas escaleras...) a ver salir "La Bofetá". Alguna vez, caía algún caramelo de un nazareno piadoso. Costumbre que se fue perdiendo. Y reconozco, que esos caramelos si caían, era porque mi prima se los había pedido o porque alguno de los adultos nos empujaban a pedírselo, yo... ya era tímida por aquél entonces. Siempre lo he sido. Defecto de nacimiento!. Un día más tarde, desde allí mismito, desde su balcón, mis padres y yo, con más torrijas, esperamos al "Buen Fin". Un Buen Fin, que como tantas otras cosas, no es el de ahora. Entonces me gustaba más, llevaba más figuras, una escena hermosa, era único, tenía una personalidad que le han quitado por hacer el paso más ligero. Y el sábado Santo, "La Soledad". Confieso que nunca he sido una fanática de las cofradías. Pero comparo el ayer y el hoy. Y la diferencia es... Antes Semana Santa, y feria, y Navidad, y verano... eran unas largas vacaciones, llenas de planes. Planes sencillos, pero repletos de ilusión. Cada torrija era una ilusión. Cada pestiño era una ilusión. La tarde desde el balcón viendo pasar nazarenos, ilusión tras ilusión. Hace años que mi Semana Santa, y mi feria están muy lejos de parecerse en nada a unas vacaciones. Tan lejos, que hará diez días miré el calendario cuando me recordó una compañera que ya estaba aquí la Semana Santa. Ella me lo recordó con la misma sorpresa que yo: "Ya está aquí". La diferencia entre un antes y un después en distintas etapas de una vida, es que a medida que pasan los años, te resulta más dificil que algo te llegue a sorprender emocionalmente y lo que más llega a sorprenderte es eso: que pocas cosas te sorprenden. Bueno, sí que existen algunas.... solo que éstas no llevan fecha. Te llegan...cuando te llegan. Sin aviso, no las esperas, y si te paras a esperarlas, nunca llegan! ;)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Menos cosas te sorprenden pero empiezas a reelaborar tu pasado una y otra vez y ahí, en lo que ya has vivido, siguen habiendo lecciones que aprender, cosas por las que emocionarse, y que entonces tal vez te pasaron desapercibidas, simplemente se quedaron ahí, en forma de recuerdo para cuando quisieras volver a ellas y encontrarles un sentido nuevo.
Bienvenida a la nostalgia. Supongo que a partir de ahora esa amiga te visitará cada vez más a menudo, sé cariñosa con ella y te hará muchos regalos.
Un beso desde París.

Terry dijo...

Sí, y es una sensación curiosa...

Un beso desde Sevilla!