¡Vaya las tormentas que se produjeron anoche!. Ya dije en alguna ocasión que la lluvia y las tormentas me gustan, añoro más el tiempo otoñal que los días de primavera o verano. Pero anoche las circunstancias eran otras. Abrumada por el temporal, busqué en el periódico abriéndolo por la hoja de la información metereológica, tenía que conocer el tiempo que hacía en un determinado lugar. El resultado de mis pesquisas fue peor de lo que hubiera deseado, allí también anunciaban nubarrones, tormentas y lluvia. La preocupación por absurda que parezca, se me hizo inevitable. Preocupación por aquéllas personas que están en carretera, por aquellas personas sin techo expuestas al salvaje temporal(también animales). En especial, cómo no, por una persona en concreto. Me dormí vencida ya por el agotamiento de mi habitual ¿insomnio?, no sin antes montarme mil y unas películas en mi cabeza sobre su estado, "películas" sencillamente porque la realidad no estaba yo allí para conocerla. Al despertarme pasó algo: me sentí invadida por un impulso, por una necesidad imperiosa de abrazarle, sin importarme ninguna otra cosa, ninguna otra circunstancia, ningún pudor. Sólo fundir mis brazos alrededor de sus hombros y abrazarle, no hubo verguenza, no hubo nada más en ese momento. Ni siquiera soñé con él, pero...ése impulso, esa llamada estaba ahí.