Prensa gratuita

Hoy mi intención es hacerle un homenaje, aunque sea con unas palabras, a los chicos y chicas que reparten prensa gratuita. Esta pobre gente me da pena. Y me da pena porque no una vez ni dos sino muchas he tenido que oir quejas y presenciar desmanes injustos hacia ellos. En cualquier sitio que entras y tienen algún periódico de éstos por allí, sale el mismo tema de conversación: ¡hay que ver estos pesados, yo no sé qué es lo que ganan ellos pero es que cada día tiro una bolsa llena de periódicos de este tipo, ya ves y yo ni los miro!. En alguna ocasión, incluso me han llegado a hacer comentarios del tipo: "Cuando se me acerca uno a darme un periódico, le miro con una cara de mala leche, que en seguida se retira. A mí me importa un carajo lo que pase en el mundo". Y lo grave de esto, es que lo he oído en personas de todas las edades. Con frecuencia, cuando paso por el centro, veo escenas de éstas repetidas varias veces. Una señora que pasa tranquilamente, se le acerca amable un muchacho con el diario, y la señora se retira y pasa de largo como si el pobre repartidor se hubiera vuelto invisible de repente. Siempre que ocurre eso, yo actúo de alma caritativa y me acerco para que den uno, aunque ya lleve varios. Al final acabo con dos o tres ejemplares repetidos, incluso alguna vez se me ha acercado a preguntarme: "¿repartes periódicos?",jajaja. Y yo le respondo: "No, pero si quiere uno cójalo"(total, me sobran). Pero es que no lo puedo evitar, me da pena y me entristece esa actitud hacia ellos. Y sí, no lo negaré, en parte cuando me rodean gente de esa calaña, me entran ganas de arrearle un mamporrazo con un periódico a ellos por lo que a mí me afecta.¿Cómo que no te importa lo que pase en el mundo?. Por favor, que se cargan mi profesión. Si repartieran revistas del corazón, seguro que la gente cambiaba su opinión hacia estos chicos. Qué triste.
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Finalmente, ayer tuvo lugar la ponencia de la que os hablé. Salió bien, muy bien. Al final incluso la gente nos paró a la salida para felicitarnos y para preguntarnos. Asombrosamente, no me puse nerviosa más que durante unos 15 minutos en que me quedé sola, mientras se preparaba todo. Luego, allí arriba, tranquilidad absoluta, o casi absoluta. Mi compañero Fernando estuvo fenomenal, de verdad que llegué a creer que estábamos en el club de la comedia, en lugar de en un coloquio aburrido. Qué gracia tiene. Mientras hablaba, quise recurrir a la psicología positiva (no sé si se llama así) e imaginé que Él (el Ángel de mis sueños) estaba delante. Por momentos no sabía si aquéllo me tranquilizaba o en realidad me ponía más nerviosa. Pero entonces, inspiraba aire con fuerzas, concentrándome en él, queriendo beberme su mirada y su sonrisa en cada bocanada de aire. Y funcionó. Al final lo propio, me dió pena que aquéllo acabara y lo que dije antes: felicitaciones por todas partes. Que aún no me lo creo, vamos. Eso de que te digan que nadie se aburrió, es un logro. Y si ya te felicitan, para qué contar.