martes, febrero 12, 2008

Es tan diferente a como yo esperaba.. Dicen que a todo se acostumbra uno. Y es cierto. Hace unos años me llamó la atención un libro: "El extranjero" de Albert Camus.En él, entre otras cosas, su protagonista reflejaba precisamente eso: que, por extraño que parezca, a todo se acaba acostumbrando una persona. Su lectura no hizo sino reafirmar algo que yo misma, tan temerosa ante los cambios, he comprobado en múltiples ocasiones. Pero no es sólo eso. Curiosamente, me adapto en seguida a todas las situaciones y, ese "en seguida" puede traducirse en ¡minutos!.Sin embargo, hay dos cosas a las que no me acostumbro. Una de ellas es a no actualizar el blog. El día que actualizo, aunque sea atropelladamente y a última hora, me siento satisfecha. Aunque sea con una pequeña frase. Si no lo hago, ¡hombre, hay cosas peores...! :), pero tengo la sensación de "haberme dejado los deberes sin hacer". La segunda cosa a la que no me acostumbro por más tiempo que pase, a pesar de mi práctica forzoza, es a estar sin verte. Al principio, no me daba cuenta de que tu ausencia era el motivo de mi desgana, de mi vacío. De ese vacío que va dejando el alma mientras escapa del cuerpo, buscándote...intentando hallar ese camino hacia tí que mi mente no encuentra. Sin saber cuándo volveremos a vernos, sin certeza si quiera de si ocurrirá de nuevo. No sabía que eras tú, lo juro. Solo cada día sin verte iba aumentando un poco más mi frío, mi desorientación. Mientras mi alma fugitiva, o yo misma, no estoy segura, permaneciera vagando quién sabe en qué lugar. Comprendí que tú eras la causa en repetidas veces cuando al volver a verte, sólo contemplar tus ojos, sólo escuchar tu risa, mi apatía se transformó en fuerzas. Cuando estás ante mí, un ángel acaricia mi corazón con sus manos y parece prestarle por unos minutos sus alas. El alma ya no busca pues encontró lo que le faltaba. En esos momentos mágicos en los que hasta la vida se siente orgullosa ¡de ser VIDA!.
Esta tarde se aparece gris, taciturna. Anoche la luna brillaba linda, poderosa. Y un séquito de estrellas más numeroso que nunca antes había visto la rodeaba. Y no sentí nada, mi interior no se conmovió, mis ojos apenas se inmutaron. No sentí nada, sólo el vacío. ¿Piensa álguien que el vacío no pesa? Se equivoca. Dicen que a todo se acostumbra uno. Yo misma defendí esa tesis. Y la defiendo. Sin embargo, hay cosas a las que, por tiempo que pase, no me acostumbro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bonito!. No se puede decir más porque cambiaría el sentir de tu alma. Porque cambiaría la expresión de tu sentir y porque tu sentir no estaría junto a tu alma.
Son palabras que hablan lo que no quiere decir el lenguaje, son frases pequeñas con un amor más que grande y son líneas colgando como las notas de una canción, cuelgan de una guitarra.

Todo eso se puede cerrar con un beso, o con un susurro, el más bonito del alma, ese que duerme feliz y por la noche te arropa , arropa tu sentir y tu alma.

Y son las manitas de un ángel que acariciaron tu cara para que sueñes ¿con quién...?. Con aquel que tú sabes.

"Desde mi espacio te mando hoy una rosa dorada, esa que huele a ¡hummm!, ¿Cómo huele su alma?".


Fdo:AIRELIBRE

12 Febrero 2008

erMoya dijo...

Sin palabras. Y sí, estoy de acuerdo contigo, hay cosas a las que, por mas que pase el tiempo, nunca te acostumbras.

Besos!