lunes, mayo 05, 2008

Se levanta el telón

Lo he comentado alguna vez, el mundo del teatro es una de mis pasiones. De pequeña ya me fascinaba. Una de las obras que recuerdo con más cariño es "Mirandolina", con mi amor platónica de la adolescencia Gabino Diego y con Maruchi León. Fue el debut de Gabino sobre el escenario y recuerdo que la imagen me dejó anonadada. Ese eterno adolescente torpón de la gran pantalla resultó ser un fabuloso actor de teatro. Soy de las que se emocionan cuando llegan los aplausos. Siento un profundo respeto hacia los actores de teatro. El cine y la televisión tienen buenos profesionales, pero ser actor de teatro va más allá de una profesión. Es un estilo de vida, una manera diferente de observar el mundo. Cualquiera puede soñar con desfilar alguna vez sobre la alfombra roja, aspirar a un Goya, a codearse con directores de renombre o protagonizar el cartel de la película más taquillera. Pero una cosa es "ser actor" y otra "ir de actor por la vida". Quien decide consagrar su vida al teatro, sabe que primero hay que tener vocación y, en segundo, muchas ganas de trabajar. Tiene que gustarte, tienes que vivirlo. Es una realidad aparte dentro de la realidad que solemos ver. Has de sentir los pensamientos y pensar los sentimientos. Lo que se ve en escena tiene que ser de verdad, el espectador tiene que saber lo que está viendo sin necesidad de que se les explique, la escena ha de ser real. Es vivir muchas vidas diferentes en una sola. Un actor ha de saber que eres tú y, de repente, tú ya eres otra persona. Cuando subes al escenario y las cortinas se corren, la actuación comienza, ya nada importa. Porque tú no estás allí, entonces emerge el artistas que vive en tu interior, como genio de Aladino al frotar su lámpara. Y ya no eres tú sino otra persona. Ésa es la magia del teatro. Pero has de vivirlo con intensidad, tiene que gustarte. Personas tímidas que no se reconocen después por la sencilla razón de que al subir el telón ya no son ellos, aunque sí lo son. Ese momento mágico que concentra gran parte de tu vida. Y tan interesantes como el momento de la interpretación son los previos. Si algo me gusta especialmente de este modo de vida es el compañerismo, el ambiente que se crea entre entre ellos, como una familia. Personas que únen su visa por una pasión en común. Los minutos de "antes de" en los camerinos son ¡lo máximo!, ese cosquilleo, esa aparente serenidad mientras los nervios te pellizcan por dentro. Ese "quiero" pero ¿podré? ¡Claro que podrás! Sin saber cómo, al final siempre sale. Disfruto cuando llegan los aplausos, la unidad entre compañeros, los saludos, un actor agarra a otro y llama la atención al público señalándoles que el mérito es del compañero, y se abrazan y saludan de nuevo, y los aplausos se hacen más intensos. El telón casi se cierra pero vuelve a abrirse para el último homenaje a esos artistas tan grandes y para un público que sabe apreciar su esfuerzo. Entonces todos los actores formando una cadena humana se acercan lo más posible al borde del escenario para agradecer los aplausos de nuevo. Nadie quiere que el espectáculo finalice. Lo bueno que tiene el teatro, es que ahí nadie está a disgusto. Tantos los actores como el público, a todos les úne una pasión en común. Todos juegan por unas horas a ser otras personas, a vivir otras vidas. Hay una diferencia fundamental entre los actores y amantes del teatro y el resto de los mortales: como dijo Jean Pierre Jeunet "La vida es el ensayo de una obra que nunca se va a estrenar". Y esto ;) ellos lo saben.

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